lunes, 3 de noviembre de 2008

It is the journey that matters.

Yo sé que los sentimientos no se entierran. Si los enterrás con la esperanza de olvidarlos, tienen el 90% de probabilidad de convertirse en zombies en menos de lo que crees. Además, a los que eran mujeres bonitas, vestidas de gala y esperando a su hombre, los gusanos les corroen la carne, las desfiguran y les corroen la tela. Se convierten en muertos vivos, en aquellos que vuelven de vez en cuando e intentan absorberte la mente, en esperanzas de vivir un poco más a costa tuya. Por otro lado, ¿cuál es el punto de negarlo? Es decir, el acto de tirarles tierra encima, de taparlos y esconderlos, no es más que autoprotección contra un imposible. Pero... ¿si empezamos a no negar lo que sentimos? ¿Sería tan grave? El problema es que al no negarlo, corremos el riesgo de que nosotros mismos nos delatemos. Porque, como dijo Orwell por ahí, la mejor manera de ocultar un secreto es ocultárselo a uno mismo.
El aire caliente que traspasa la ventana me duerme más que me despierta. Incluso después de una siesta ¿reparadora?. Nada puede repararme, ¡ja!

A lo que iba. Yo extraño, ¿no? Soy una persona que necesita del otro. ¿Pero vos me extrañarás? O sea, mandarme un sms no es extrañarme, ni necesitarme, es no tener ganas de estar solo. Utilizarme. Sí, esa palabra queda mejor. Y vos, ¿qué pensarás cuando me mirás? En esos momentos en donde te quedás colgado y te pregunto "¿Qué mirás boludo?" y me río. ¿Qué verás? ¿Belleza? ¿Algo que podrías tener y no te animás a reclamar? Podrías hacerlo y me derretiría como un helado al sol, pero no creo que lo sepas enjaulado allí. Algún día te voy a encontrar y va a ser tarde... No creo que vayas a arrepentirte, pero quizás suspirar, como yo suspiro ahora.

1 comentario:

Magui dijo...

AL ATAQUE, GUACHO.