martes, 18 de octubre de 2011

Cuando comenzamos a Nacer

Pienso en la inevitable manga de pelotudeces que dice la gente y que decía yo y que digo. Y pienso que no sirven y en por qué las decimos, si no tiene sentido. ¿Qué sentido tiene hablar de Rubén Darío o de la entonación inglesa según Jones? No lo sé. Tampoco sé hasta qué punto es valioso hablar de cualquier otra cosa que no sea la realidad (la mayoría de las veces más imaginada que real).

Y cómo podría saber yo qué es real y qué no lo es, es algo que se me escapa. Quisiera tener la capacidad de cambiar todo a mi antojo, pero todo probablemente saldría muy mal.


Hablando de otras cosas, el azul es mi color favorito y lo críptico ya no lo es tanto.

Pienso que no tenías razones. O sí, pero no tantas.
Sabe que no deberías haber dicho lo que dijiste.

Y como estamos acostumbrados a hablar así, tan inconexo y con tantos innuendos que ya molestan, quería decirtelo por acá.

Por cierto, soy feliz. Muy feliz. Lástima que las ganas de escribir solamente aparezcan en momentos de duda existencial. No voy a justificarme, simplemente lo soy. Sabé eso también, antes. No niego que podría haber sido lindo, pero no lo va a ser ya más. Nada más que esto que es hoy. Es así. Yo ya perdí la capacidad de hablar de yo a tú siguiendo una linea recta de comprensión oblicua. Así que te pido que me entiendas a mí y a todo aquello que quise y ya no quiero más que como un lindo recuerdo inventado.
Inventado, sí, inventado.

No esperes nada más de mí, no guardes esperanzas de cambio de perspectiva. No pienses que te estoy mintiendo y lamento hacerte daño.

Espero que la paloma llegue a destino en algún momento y alguien se de por aludido de estas palabras sin destinatario y tan huérfanas, tan viudas, que ya no pueden más con la negrura de sus trapos. Ya ni siquiera saben si el luto terminará alguna vez. Probablemente no, porque me gusta escribir en negro.

martes, 27 de septiembre de 2011

Pasa el tiempo

No puede ser que el subconciente sea tan hijo de remil re contra puta.

Es impresionante. Te juro que soñar con vos... Parece mentira. Además era tan irreal. Recuerdo hasta la película que fuimos a ver y esa analogía tan pedorra entre esos superhéroes tan berretas. Y yo diciendote esa perorata de mentiras que no son tan mentiras pero tampoco son tan verdad.
Quisiera que pensar en vos fuera menos molesto.
Quisiera, antes que nada, que te hubieras dado cuenta antes.

lunes, 22 de agosto de 2011

A veces estoy un poco decepcionada de la vida.
Sólo quería decirlo.



Me voy a bañar.

viernes, 29 de julio de 2011

2

I wan't you. I wan't you so bad.

I wan't you.
I wan't you so bad it's driving me mad, it's driving me mad...

lunes, 21 de febrero de 2011

Por la (Avenida) Santa Fe (que me tengo)

Me han dicho que melancólica no soy. Nostálgica me dijeron.

Sí. Me dijeron nostálgica. Y este es uno de esos momentos en donde me doy cuenta que no pueden tener más razón.

Qué bueno que es sólo a veces. Sino, no sé qué haría. El dolor casi sordo de lo perdido es abrumador. El abrazo, el saco y la tortura del ayer que no volverá mezclado con el hoy que es lo que siempre quise.

domingo, 6 de febrero de 2011

Hindsight.

No pudo evitar fruncir el ceño y arrugar la nariz. Es lógico, sí, pensó. No hay nada de malo en ello, no, claro. Pero sin embargo le quemaba un poquito la lengua, y su mandíbula quería reír con un poco de amargura entre los dientes.

Le pareció un poco gracioso. Le pareció un poco loco, un poco desquiciado. También, se dijo, algo merecido.

Miró con desdén sus manos unos momentos y recapacitó. Al fin y al cabo, no valían la pena. Ninguno, ni aquella, ni él. No de la manera que los pensó.

No, ya no. Revisó algo muy lejano y encontró un adiós que ahora, se dio cuenta, no era más que para una sombra un tanto repetitiva.

miércoles, 5 de enero de 2011

A mi propio entierro fui, sola y llorando.

Una palada para enterrar las sonrisas. Una palada para enterrar las miradas. Una palada para enterrar las caricias. Una palada para enterrar las verdades. Una palada para enterrar los secretos. Una palada para enterrar los afectos. Una palada de tierra amarga sobre tu cajón para saber que no vas a salir más de ahí.

Fue el primer entierro al que fui nunca. Y, aunque no haya conocido en demasía a la persona siendo enterrada, no impidió que llorara como viuda.
Fue una de las cosas más fuertes que viví nunca.
Qué horror, qué horror. Allí abajo, ignoto, en otro montoncito, estaba mi suegro, también.
No puedo dejar de pensar en sus cadáveres descomponiéndose, solos, sin nadie. Sus bocas exhalando moscas, y sus ojos cerrados pero abiertos.

Todas esas lápidas... ya había visto cosas parecidas. Pero nunca me pareció tan real. Nunca comprendí la inmensidad de esos agujeros en la tierra rellenos de carne y madera y seda. Nunca lo entendí hasta ese día. Y nunca me pareció tan horrorso.